jueves, 22 de diciembre de 2011

Idioteces IV

Idioteces IV. La noche de los pollos.

Como no me conformo con hacer una vida normal de estudiante en Sevilla, relleno mi vida con idioteces, como esta que me pasó hace un par de semanas.

Resulta pues, que me encontraba en Sevilla intentando instalar un nuevo programa de edición de video en mi mac. No encontraba el archivo para descargármelo y hablé con mi colega Nacho para ver si él lo tenia. Efectivamente lo tenía y me dijo que me acercara a su casa un momentito a recogerlo.
Un momentito.
Yo vivo junto al Hospital de la Macarena y él al final de Triana.
Un momentito.
De punta a punta de Sevilla en mi bicicleta. ¡Vamos campeón!, todo sea por el cine.

Una vez allí (y tras perderme un par de veces) conseguí encontrar su casa.
Primera idiotez: Subir la bici. NO CABE POR EL ASCENSOR. No pasa nada la subo a pulso hasta un séptimo. ¡Vamos Campeón!, todo sea por el cine.

Sudando como un pollo (ja!) llego a casa de mi colega y consigo (tras unos problemas informáticos sin importancia) que me pase el archivo deseado.

Quiero hacer algo por ellos (él y su compañero de piso, también muy buen amigo mío) a cambio del favor que me han hecho. ¡Eureka!
Tengo dinero, les invitaré a cenar, pensé yo.
Llamé a un telepollo, para que trajera un pollo a la casa. Perfecta, quedaré como un caballero, un galán, un señor... pensé yo.

Llaman al telefonillo. El repartidor de pollos. Abro mi cartera. Vacía. En total no reunía ni 3 euros.
Muerto de vergüenza se lo digo a mis compañeros.
El de los pollos se impacienta y sigue llamando (pobrecito).
No fuimos capaces de reunir 9 euros en toda la casa. Ni mirando debajo de los sofás, ni rebuscando, ni leches...
Y el de los pollos sigue llamando. Ahora a la puerta.
Madre mía... que marrón. Oficialmente, la he vuelto a liar.

Tras una espera, decidiendo qué hacer decidimos salir. Cuando salimos, el hombre de los pollos ya se había ido. Mis compañeros serán nombrados persona non grata de la pollería.

Después de cenar algo y a eso de las 12 de la noche, bajo la bicicleta (otra vez siete pisos) y llego a la calle, sí, SUDANDO COMO UN POLLO (ja!).

Me monto en la bici, y me vuelvo a perder. Pero solo un poco. Hallo el camino y tras recorrer 100 metros, noto algo raro.
Sí, señoras y señores, cuando todo va mal... puede ir peor. SE ME HA PINCHADO LA RUEDA DE ATRÁS.
En la otra punta de Sevilla y tengo que volverme andando y empujando la bicicleta...
¡VAMOS CAMPEÓN!, todo sea por el cine.
Tras una desastrosa noche, ese era mi único consuelo, poder instalar el ansiado programa de edición en mi ordenador... al menos habrá merecido la pena la aventura.
Iluso de mi.
Cuando voy a instalar el programa me dice que la Vram de mi ordenador es insuficiente y que no puedo (y nunca podré) instalar ese programa...
¡¿Vamos campeón?!

Hay.... Así vivo yo... al límite.

Y es que las bicis, los pollos, los ordenadores, la ciudad... todos ellos pueden dar muchos golpes... pero más golpes da la vida.

Alfredo García

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