martes, 15 de marzo de 2011

GRANES RELATOS: Mis aventuras en Francia I

Este gran relato sobre mis aventuras francesas tuvo lugar en Noviembre. Exactamente del 5 al 15 de Noviembre de 2010. Unas fechas que probablemente nunca olvidaré.
Mis aventuras en Francia comienzan en España.
Como esta parte es un poco coñazo la resumiré. Básicamente me tocó la lotería. Un colega mío estudiaba de Orgasmus en Brest (Francia) y se enteró sobre un rollo en Francia para estudiantes europeos... Me pagan el 70% del viaje, estoy diez días en Francia, me harto de ver cortos en el 25 festival de cortos europeos de Brest, no pago alojamiento, las comidas incluidas, conozco a gente guay y participio en un curso de montaje... ¿Qué más se puede pedir? Por supuesto, sé lo que estáis pensando, solo se puede pedir una cosa más... que una francesa se enamore de mi, o que no se enamore, tan solo que la cosa acabe en la cama... (¿Para eso se viaja por Europa no?)

Bien. A las 9 de la mañana tomo el avión que sale desde Sevilla a Beauvais. Lo tengo todo listo. La ruta: En Beauvais tomo un tren hasta la estación de París Nord, luego ando cinco kilómetros por medio de París hasta Paris Montparnase, y desde allí un último tren hasta Brest. Todo el día de viaje. Perfecto.

No llevo ni cinco minutos en la zona de embarque cuando ya escucho a la guardia civil pronunciar mi nombre por megafonía... empezamos bien. Resulta que idiota de mí, cuando me quité las cosas para pasar por el arco detector de metales me dejé allí una riñonera que tan solo contenía en su interior: Una tarjeta Master Card, unos 200 euros, el diccionario de Francés-Español, las gafas de vista de repuesto y el carnet de socio del Jerez Industrial... Nada importante... Gracias a Dios la Guardia Civil (esa especie de caballero Jedi español) encuentra el carnet del Jerez Industrial y me localiza... Por una vez en mi vida el Jerez Industrial me hace un grato favor.

Continuo en el avión. Empieza la feria ambulante de Ryanair. El carrito de ventas de productos varios: Desde una hamburguesa a un perfume francés. El Rasca y gana, cupones de lotería. ¿Alguien pilota el avión? Que más da, puedes ganar hasta 6 mil euros con los cupones.
El avión aterriza con más pena que gloria, ya que al tomar tierra se tropieza y el ala derecha se inclina un poco, casi como para tocar tierra e irnos todos al peo. Da igual, suena la musiquita de llegada y todo el mundo aplaude ¡VIVA RYANAIR!
Me bajo en Beauvais, lloviendo claro, estoy en Francia. Y tomo un autobús, el primero que pillo que me lleva directamente al centro de París. Lo sé, esa no era mi ruta prevista. Sin darme cuenta una hora después estoy en el centro de París con mi mochila, sin tener ni idea de donde estoy ni de como llegar a la estación de París Montparnase. ¿Me preocupo? Claro que no.

Pregunto a un amable señor que me indica que debo coger el metro. Me bajo al metro y encuentro un cartel enorme con las dos mil líneas de París (Cuan fácil es esto en Sevilla que solo hay una línea), y ningún cartel de: USTED ESTÁ AQUÍ, o como se diga en francés. Pues nada, a preguntar se ha dicho. Pregunto al dueño de un bar en el metro, que de nuevo amablemente me indica. YA SÉ LLEGAR.
Tomo el metro adecuado, y cuando veo las estaciones por las que paso, veo que me alejo de mi destino en vez de acercarme: Bien, he tomado el metro contrario. Ningún problema, muy seguro de mi mismo me bajo en la siguiente estación y tomo el metro contrario. ¿Algún problema? Ningún problema, tan solo quería hacer algo de turismo por el metro de París. Muy aseado y limpio el metro, de buena calidad y sillones con gomaespuma de la dura. Una maravilla.
Por fin llego a París Montparnase. Como un bocadillo y un refresco que me cuestan 7 pavos. Y pillo un tren para Brest. Cinco horas después sobre las 21:30 de la noche llego a mi destino Brest donde debiera de estar esperándome el chico francés que organiza aquello. Como en las películas americanas, la persona que debiera recogerme no aparece y mientras todo el mundo encuentra alguien a quien abrazar, yo me quedo solo en la estación. ¿Preocupado? ¿Por qué? Estoy en un país extranjero en la estación de trenes donde van a dormir los mendigos de Brest, sin nadie a quien conozca o con quien comunicarme en unos 1800 kilómetros a la redonda. ¿Preocupado? Ahora el guri soy yo. No hay ningún problema.

Una hora después allí está Vince, el chico francés al que esperaba. Me lleva a su casa y me comenta que unas horas más tarde llegarán otros tres españoles.
Entro en su casa. Probablemente la casa más desordenada del mundo libre. Había mierda para llenar tres plazas de toros. Y sin darme cuenta, veinte minutos después me cuela en la casa de una amiga suya en una fiesta con diez personas más. Todos franceses y algunas alemanas. ¿Me preocupo? No claro, yo no hablo ni francés ni alemán ¿Y qué? Soy español, que hablen español los demás. Y empiezo a hablar sobre política, deportes, música, y vinos con un chico francés en español chusquero. Hablo con todo el mundo, en medio inglés, y cuando no entiendo el inglés, no hay problema, les enseño a ellos a hablar en ANDALUZ y hablan en andaluz. A tomar por saco.

Después de varias copas de sidra bretona vamos a la estación a recoger a los otros tres españoles. Personas maravillosas, Nahuel, Cristina y Gonzalo.
Volvemos a la casa más desordenada del mundo libre. Yo dormiré en un sofá cama en un saco de dormir al lado de Nahuel. Bien, no hace una hora que nos conocemos y ya me ha visto en calzoncillos. ¿Algún problema? Nunca por favor.

Duermo apago la luz y a mitad de la noche George se monta encima de la cama y me despierta. No penséis mal, George es el gato de Vince. EL Gato más listo del mundo. Es como los velocirraptores de Jurassic Park: Sabe abrir puertas. Se ha colado y nos ha pegado el susto de la muerte. Lo echamos, y Nahuel inteligentemente coloca la mesita de noche bloqueando la puerta.
Por fin, me duermo, pensando: Joder, me he despertado a las 6 de la mañana en Sevilla. Y son las 3 de la madrugada en Brest. QUÉ PUTO DÍA MÁS LOCO.
Lo que me queda en Francia, si todo esto me ha pasado solo el primer día...

Francia da muchos golpes, pero más golpes da la vida.
CONTINUARÁ.....
Alfredo García

martes, 1 de marzo de 2011

Idioteces II (La versión Sevillana de ¡Jo, que noche!)

¡Jo que noche! es una película de Scorsrsse en la que el protagonista por diversos motivos no puede de ninguna manera volver a su casa, y durante toda la noche le van ocurriendo miles de anécdotas surrealistas.

Una vez contado esto, pueden empezar a imaginar lo que me pasó el pasado Jueves. Lo mismo, pero durante el día.
A las 8:30 tenía clase, pero como de costumbre me levanté tarde y llegué cuando las clases ya llevaban una hora empezadas. ¡Empezamos bien el día!. Todo mejora cuando me doy cuenta de que se me ha olvidado el móvil y las llaves del piso... dentro del piso. Me palpo los bolsillos y veo que tengo la cartera, al menos algo sale bien, con un billete de 50, lo que es muy poco práctico si se pretende coger un autobús urbano. Pero en fin, podría ser peor.
A las 10:30, acaba la clase y cuando me preparo para la siguiente asignatura, mis compañeros de clase me revelan que el profesor no viene... Se ha acabado el día de hoy.
¡Perfecto! Me levanto corriendo, me quedo encerrado fuera de casa, y todo para una asquerosa hora de clase... Pero en fin, podría ser peor.
Me voy andando hasta mi piso con la esperanza de que mis compañeros estuvieran allí. Cuando llego, no están. Son las 11:15 de la mañana, y no tengo donde ir. Perfecto, voy a hacer turismo por Sevilla.
Voy andando al Parque María Luisa, donde descanso un rato. Luego me acerco a la Plaza de España, donde da el sol y se está super a gusto. Me siento en el hueco de Ciudad Real, y me quedo dormido en medio de PLAZA ESPAÑA, con miles de turistas mirándome con cara de "pobrecito... es universitario"
Me despiertan unos guiris, y veo que es la hora de comer. Me dirijo al Mcdonald de Puerta de Jerez, y pido 1/4 de libra con queso. (Bien, ya tengo cambio para el autobús). Subo a los salones, y me siente solo en una mesita en una esquinita. El único que come sólo. De hecho, el único español en todo el puñetero Mcdonald. Los demás, guiris. ¿No hay sevillanos en Sevilla?

Termino de comer a las 14:30, y me vuelvo para mi piso en la Macarena... andando. ¿Por qué? Por que soy idiota supongo. Una hora después llego al piso... pero de nuevo nada. Todavía no habían llegado mis compañeros de piso. Pero en fin, podría ser peor.
Me acerco a una plazoleta junto a mi piso y me tumbo en un banco. Donde de nuevo me quedo dormido, a la vista de todos los vecinos que vuelven del trabajo o de recoger a sus hijos del colegio... "¡Madre mía cómo esta esta juventud!" Efectivamente, esta juventud está más tirada en la calle que una colilla.

Me despierto a la media hora y me voy, andando, a la facultad. ¿Cuántos kilómetros he hecho ya? Los suficientes para que me den otra vez la Compostelana del Camino de Santiago.
En la facultad, como no tenía nada que hacer me pongo a leer un libro de programación C C++ y aprendo algunos trucos.
Soy el único que está en la facultad. Todos los demás están en el macrobotellón, o camino de sus pueblos... o en sus casas. Y yo... en fin, empiezo a agobiarme un poco. Pero podría ser peor... ¿o no? Por que, ¿y si mis compañeros de piso se han ido para su pueblo ya? Dios mío ya me veo durmiendo debajo de un puente...
A las 7 de la tarde me vuelvo al piso, casi desesperado. Súper cansado. Con muy mala cara. Pero en autobús.
De camino al piso, me parece reconocer una figura en la lejanía... ¡Sí! ¡Es mi casero! Al que no veía desde hacía un mes por lo menos. ¡ESTOY SALVADO!
Cuando hablo con él le cuento que me he quedado sin llaves, pero por supuesto obvio que llevo todo el día pegando bandazos por Sevilla. Él amablemente me deja sus llaves... luego las recogería.
Entro en casa y... MIS COMPAÑEROS DE PISO NO ESTÁN... ¿Qué clase de hecatombe mundial ha acabado con ellos?
Media hora después, un compañero de clase, me llama para tomar algo en el centro... ¿El centro...? ¡Pero si yo he estado esta mañana ahí! Eso está a tiro de piedra, me voy andando...
Es característico en mi, la poca habilidad para calcular distancias, solo comparable a mi poca habilidad para orientarme en ciudad. Me pierdo. Me llevo casi hora y media andando hasta que doy con el sitio. No hay sillas. De pie. Unas cuantas copas. Después vamos a tomar un mojito... y termino por reventar.
De vuelta, andando hasta mi casa. Las dos de la mañana. Me como un paquete de salchichas y envío un par de correos locos, mientras me río pensando en el día de hoy...
¿A la gente normal le pasan estas cosas? No claro la que no les pasa... ellos son normales.

Pero como ya sabéis, Sevilla da muchos golpes, pero más golpes da la vida...

Alfredo García